La selección uruguaya de fútbol suma 19 títulos internacionales: 15 Copas América y 4 Mundiales de fútbol (las primeras dos ediciones de Juegos Olímpicos fueron avalados por FIFA como Campeonato del Mundo). Cifra envidiable de logros si consideramos variables como población, región geográfica y economía.
Sin embargo la Celeste tiene activos codiciados en el mundo del fútbol. Porteros solventes, defensas aguerridos, mediocampistas todoterreno y delanteros exquisitos. Siempre se puede seleccionar entre su amplio menú y deleitarse del bufet.
La República Oriental del Uruguay, abarca apenas 176 mil km² el segundo país más pequeño de Sudamérica y posee la décima población del subcontinente con poco más de 3 millones. Limita al noreste con el pentacampeón del mundo y al oeste con un bicampeón que presume a los mejores futbolistas de la historia.
Comparados con Europa su palmarés no palidece: España, los mejores de hoy, tienen un mundial, 3 títulos europeos y un oro olímpico. Si sumamos los logros de los mejores de siempre: Alemania e Italia engloban 7 mundiales, 4 europeos y una presea áurea.
A nivel de clubes Uruguay ha ganado 17 títulos entre los que destacan seis Intercontinentales. Un fútbol único, un modelo único, en un país único. Siempre han estado más allá de la garra, igual destilan un Francescoli que un Montero. Un Schiaffino o un Forlán.
Según señala el diario El Observador -con notable investigación al respecto- Uruguay exportó más de 1500 jugadores en los últimos diez años. El último semestre vendió futbolistas a equipos en Minsk, Managua, Dubai e incluso Sered una pequeña localidad en Eslovaquía.
El mercado de piernas charrúa solo está por debajo de Brasil y es equivalente al argentino, pese a que éstos países superan la población de Uruguay por sesenta y trece veces respectivamente.
Solo en el mercado de pases más reciente vendieron 112 futbolistas. Nacional y Peñarol, sus buques insignia, negociaron más y mejor. Pero equipos modestos como Tanque Sisley o Rampla Juniors se desprendieron de hasta ocho jugadores.
En una década, Nacional de Montevideo colocó casi un centenar de jugadores en el mercado extranjero seguido por Peñarol (84), Defensor Sporting (71) y Danubio (69).
Como en toda Latinoamérica, el fútbol ocupa un lugar preponderante en la cultura uruguaya, donde el entorno social incita a los jóvenes a hacer una prometedora carrera que difícilmente lograrían en otros ámbitos del desarrollo humano.
Los clubes incapaces de retener sus talentos debido a su economía o la falta de competitividad con mercados foráneos, desarrollan sistemas redituables de venta que incluyen cesiones de derechos a intermediarios o la retención de porcentajes de la ficha total del futbolista.
No importa si son los 8 millones de euros (cifra récord) que el Liverpool inglés pagó por Sebastián Coates en 2011 o la cesión de Juan Carballo a la tercera división Paranaense. El balance de la liga ha superado los 17 millones de euros de forma sostenida por un lustro.
Todos estos éxitos están respaldados por un sistema camaleónico que produce, se desarrolla y se mimetiza de forma natural a lo que dicta la macroeconomía del balompié y cuando eso no es suficiente el estado no duda en intervenir.
En 2009 el entonces presidente del país, Tabaré Vázquez, aprobó una ley que benefició a los clubes, incrementando el porcentaje recibido en transacciones por los años de formación. También prohibió conflictos de interés entre agentes de jugadores y la cúpula de clubes deportivos
Hoy ante tanta concupiscencia alrededor del futbolista. Cuando la vorágine comercial explota al jugador como producto mediático, y las restricciones económicas y reglamentarias fallan ante el lucro sin las directrices básicas de ética interviene la "garra charrúa".
El gobierno oriental crea el plan "Gol al Futuro" que exigirá a los jugadores de Primera y Segunda división el certificado de estudios secundario y además será un requisito para competir con la selección nacional.
El proyecto a cinco años, es parte de un programa nacional para la formación integral del futbolista sustentado en la educación. Este proyecto incluye a los 3.600 jugadores de las categorías formativas de todo el país a partir de la cuarta división.
Asimismo ante la escalada de violencia del fútbol y el secuestro del espectáculo por parte de barras bravas, que algunos sectores señalan con influencia dentro de los clubes. De nuevo el gobierno ahora presidido por José Mujica decide intervenir.
Logrando ayer que los clubes se comprometieran a aprobar en horas el estatuto de FIFA que prevé restar puntos en caso de disturbios. Además del compromiso de adquirir la tecnología de reconocimiento facial para el registro digital de aficionados violentos.
La presión federal resultó tras retirar la fuerza pública de los estadios Centenario (Peñarol) y Parque Centra l(Nacional) lo que orilló a la Mutual, la asociación de futbolistas profesionales del país, a negarse a jugar por obvias cuestiones de seguridad.
Todavía con la estructura de la federación uruguaya estremecida tras la polémica y entramada salida de Sebastián Bauza, quien afirmó se marchaba "por la falta de gobernabilidad en el fútbol", Mujica sentó de nuevo las reglas del juego haciendo cumplir sus exigencias.
"Yo me metí con la tribuna, no con el fútbol", contestó sobrio Mujica cuando un periodista le preguntó por la investigación iniciada por FIFA y Conmebol y la posible sanción de comprobarse la injerencia externa en la administración de la federación uruguaya.
Aún están por discernirse las consecuencias dentro y fuera del campo que tendrán las luchas de poderes e intereses (televisivos y políticos) en el balompié celeste, sin embargo no pueden pasarse por alto la gestión orgánica y constitutiva que han desarrollado por décadas.
El fútbol uruguayo es un modelo en muchos sentidos y pese al momento de crisis actual, con estas iniciativas instalan un precedente en el fútbol de alto rendimiento que además, puede propagarse como agente de cambio en regiones donde la pasión por el deporte exacerba frustraciones y genera violencia.
El fútbol uruguayo planta cara y le dará fuerza a la materia prima del fútbol para que contagien del campo hacia afuera los verdaderos valores del fútbol. Los orientales saben cumplir.
Sin embargo la Celeste tiene activos codiciados en el mundo del fútbol. Porteros solventes, defensas aguerridos, mediocampistas todoterreno y delanteros exquisitos. Siempre se puede seleccionar entre su amplio menú y deleitarse del bufet.
La República Oriental del Uruguay, abarca apenas 176 mil km² el segundo país más pequeño de Sudamérica y posee la décima población del subcontinente con poco más de 3 millones. Limita al noreste con el pentacampeón del mundo y al oeste con un bicampeón que presume a los mejores futbolistas de la historia.
Comparados con Europa su palmarés no palidece: España, los mejores de hoy, tienen un mundial, 3 títulos europeos y un oro olímpico. Si sumamos los logros de los mejores de siempre: Alemania e Italia engloban 7 mundiales, 4 europeos y una presea áurea.
A nivel de clubes Uruguay ha ganado 17 títulos entre los que destacan seis Intercontinentales. Un fútbol único, un modelo único, en un país único. Siempre han estado más allá de la garra, igual destilan un Francescoli que un Montero. Un Schiaffino o un Forlán.
Según señala el diario El Observador -con notable investigación al respecto- Uruguay exportó más de 1500 jugadores en los últimos diez años. El último semestre vendió futbolistas a equipos en Minsk, Managua, Dubai e incluso Sered una pequeña localidad en Eslovaquía.
El mercado de piernas charrúa solo está por debajo de Brasil y es equivalente al argentino, pese a que éstos países superan la población de Uruguay por sesenta y trece veces respectivamente.
Solo en el mercado de pases más reciente vendieron 112 futbolistas. Nacional y Peñarol, sus buques insignia, negociaron más y mejor. Pero equipos modestos como Tanque Sisley o Rampla Juniors se desprendieron de hasta ocho jugadores.
En una década, Nacional de Montevideo colocó casi un centenar de jugadores en el mercado extranjero seguido por Peñarol (84), Defensor Sporting (71) y Danubio (69).
Como en toda Latinoamérica, el fútbol ocupa un lugar preponderante en la cultura uruguaya, donde el entorno social incita a los jóvenes a hacer una prometedora carrera que difícilmente lograrían en otros ámbitos del desarrollo humano.
Los clubes incapaces de retener sus talentos debido a su economía o la falta de competitividad con mercados foráneos, desarrollan sistemas redituables de venta que incluyen cesiones de derechos a intermediarios o la retención de porcentajes de la ficha total del futbolista.
No importa si son los 8 millones de euros (cifra récord) que el Liverpool inglés pagó por Sebastián Coates en 2011 o la cesión de Juan Carballo a la tercera división Paranaense. El balance de la liga ha superado los 17 millones de euros de forma sostenida por un lustro.
Todos estos éxitos están respaldados por un sistema camaleónico que produce, se desarrolla y se mimetiza de forma natural a lo que dicta la macroeconomía del balompié y cuando eso no es suficiente el estado no duda en intervenir.
En 2009 el entonces presidente del país, Tabaré Vázquez, aprobó una ley que benefició a los clubes, incrementando el porcentaje recibido en transacciones por los años de formación. También prohibió conflictos de interés entre agentes de jugadores y la cúpula de clubes deportivos
Hoy ante tanta concupiscencia alrededor del futbolista. Cuando la vorágine comercial explota al jugador como producto mediático, y las restricciones económicas y reglamentarias fallan ante el lucro sin las directrices básicas de ética interviene la "garra charrúa".
El gobierno oriental crea el plan "Gol al Futuro" que exigirá a los jugadores de Primera y Segunda división el certificado de estudios secundario y además será un requisito para competir con la selección nacional.
El proyecto a cinco años, es parte de un programa nacional para la formación integral del futbolista sustentado en la educación. Este proyecto incluye a los 3.600 jugadores de las categorías formativas de todo el país a partir de la cuarta división.
Asimismo ante la escalada de violencia del fútbol y el secuestro del espectáculo por parte de barras bravas, que algunos sectores señalan con influencia dentro de los clubes. De nuevo el gobierno ahora presidido por José Mujica decide intervenir.
Logrando ayer que los clubes se comprometieran a aprobar en horas el estatuto de FIFA que prevé restar puntos en caso de disturbios. Además del compromiso de adquirir la tecnología de reconocimiento facial para el registro digital de aficionados violentos.
La presión federal resultó tras retirar la fuerza pública de los estadios Centenario (Peñarol) y Parque Centra l(Nacional) lo que orilló a la Mutual, la asociación de futbolistas profesionales del país, a negarse a jugar por obvias cuestiones de seguridad.
Todavía con la estructura de la federación uruguaya estremecida tras la polémica y entramada salida de Sebastián Bauza, quien afirmó se marchaba "por la falta de gobernabilidad en el fútbol", Mujica sentó de nuevo las reglas del juego haciendo cumplir sus exigencias.
"Yo me metí con la tribuna, no con el fútbol", contestó sobrio Mujica cuando un periodista le preguntó por la investigación iniciada por FIFA y Conmebol y la posible sanción de comprobarse la injerencia externa en la administración de la federación uruguaya.
Aún están por discernirse las consecuencias dentro y fuera del campo que tendrán las luchas de poderes e intereses (televisivos y políticos) en el balompié celeste, sin embargo no pueden pasarse por alto la gestión orgánica y constitutiva que han desarrollado por décadas.
El fútbol uruguayo es un modelo en muchos sentidos y pese al momento de crisis actual, con estas iniciativas instalan un precedente en el fútbol de alto rendimiento que además, puede propagarse como agente de cambio en regiones donde la pasión por el deporte exacerba frustraciones y genera violencia.
El fútbol uruguayo planta cara y le dará fuerza a la materia prima del fútbol para que contagien del campo hacia afuera los verdaderos valores del fútbol. Los orientales saben cumplir.