1/11/2015

Código postal


Una serie de dígitos alfanuméricos adosados a una calle y concebidos para facilitar la entrega de correos, fragmentaron en trozos diminutos el mundo. Fronteras  sin vallas, controles sin pasaporte y aduanas sin declaraciones fiscales determinan hoy más destinos que domicilios.

El propósito de aquél concepto cuantitativo de entrega quedó obsoleto. Hoy se envían  más correos electrónicos en una hora en Nueva York que tarjetas postales durante una semana en el mundo. Lo que determinan hoy esas cifras  resulta mucho más complejo.

Su influencia no solo abarca el suministro de servicios básicos y los precios de cotización de  un inmueble. Alcanza temas menos perceptibles, pero trascendentales para el desarrollo de las comunidades como la calidad de servicios de emergencia o el nivel educativo que puede alcanzar un individuo.

Religión, deporte, sexo, civismo, trabajo y el acceso a la información esta predeterminado por el lugar donde vivían nuestros padres cuando llegamos al mundo. La vida se valora de acuerdo a la trascendencia globalizada tácita en una clave que fue ideada como sistema de control en los años treinta.

Newton y su principio y de acción y reacción han quedado caducos en un mundo en el que resulta más trascendental para la opinión pública  la muerte de la “libertad de expresión” en los barrios parisinos, que la limpieza étnica en el noreste de Nigeria.

Cualquier cosa divulgada sobre México en el 20500 de Washington DC tiene más  repercusión en el país que  lo que ocurra en 39181 de Ayotzinapa pese a que este último se encuentra a  solo dos horas de la capital mexicana.

Mientras el mundo “occidental y libre” condena el brutal asesinato de un policía musulmán en una acera, condona sin reservas la implícita obscena, ramplona e intolerante  ideología racista que disfrazada como sátira, mancilla principios básicos de humanidad cada miércoles.

Si se califica de “carnicería terrorista” lo ocurrido en el 75012 de París, no hay concepto para definir las barbaries del 600215 de Maiduguri  o la ocurrida en el 02305 de Sanhan.

Celebro la crítica social a los crímenes atroces en cualquier parte del mundo, pero no puedo dejar de juzgar la frivolidad  de un esquema sistematizado en la que se determina la importancia de una vida por un código postal.