Se cumple una década del no disputado, pero celebre Pozol de Barro, un trofeo cargado de simbolismos que enfrentaría al FC Internazionale de Milano y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional chiapaneco.
El triunfo pactado se le otorgaría al ganador de cuatro de siete partidos, un formato lejano al fútbol y apegado al baloncesto del que el Subcomandante Marcos argumentó, su gente se sentía más cómoda jugando pese a ser bajitos.
Esto lo confirmarían años después los niños de la comunidad Triqui, otro pueblo originario del sur de México, famosos por jugar descalzos y ganar torneos infantiles de baloncesto en Europa y Sudamérica.
Pero sería el fútbol el deporte que diera notoriedad al zapatismo como vínculo humanitario con la realidad chiapaneca. De la mano o mejor dicho, de la voz de su elocuente líder rebautizado como Subcomandante Galeano en su última aparición pública.
En ese homenaje póstumo al intelectual proindigenista Juan Villoro, Marcos dejó de existir, "pensamos que es necesario que uno de nosotros muera para que Galeano viva", expresó montado a caballo, fumando su característica pipa y con un enigmático parche en el ojo derecho.
Rindiendo honores a otro rebelde asesinado por "el mal gobierno", retomó el nombre de Eduardo, el escritor uruguayo que viajó a las montañas del sureste mexicano y a quien el subcomandante pedía por correspondencia información sobre la posición en la tabla del Peñarol.
En el mismo texto se define como "un aficionado discreto, serio y analítico, de esos que revisan los porcentajes y los historiales de equipos y jugadores y pueden explicar perfectamente la lógica de un empate, un triunfo o una derrota sin importar cuál se dé."
Su rival, el Inter, recurría como el de hoy a Roberto Mancini para rescatarlo de la mediocridad. También como hasta hace muy poco Javier Zanetti era el dueño del vestuario junto con una legión sudamericana: Verón, Kily González, Cambiasso, Burdisso, Samuel, Pizarro, Recoba, Solari e Iván Córdoba.
Bruno Bartolozzi entonces director deportivo encabezó la comitiva iterista a los Caracoles, territorios de las comunidades autónomas zapatistas, lugares de autogestión y en donde cada acceso tiene inscrito la leyenda "aquí manda el pueblo y el gobierno obedece".
Además de uniformes a bastones negros y azules y cientos de balones, Bartolozzi llegó con 5000 euros que Mancini había acumulado en multas por indisciplina a su plantilla, que incluía a los caritativos Adriano, Materazzi, Stankovic y Mihajlovic.
La solidaria Milli Moratti, esposa del presidente Massimo Moratti fue la mente maestra detrás de la iniciativa que terminó con el subcomandante mostrando la casaca firmada de Pupi Zanetti, il capitano neroazzurro pagó de su bolsillo una ambulancia para los guerrilleros.
Los lazos fueron tan estrechos que los tanos instauraron en Chiapas, un proyecto especial de su fundación solidaria "Inter Campus" una cooperativa para el desarrollo sostenible del sistema educativo de las comunidades indígenas zapatistas autónomas.
El último reporte de Inter Campus tiene fecha de agosto de este año y se llevó a cabo en el Caracol IV de Torbellino de Nuestras Palabras, territorio autónomo zapatista de la región de Morelia y fue dirigido por un indígena, Adancito Bravo Rosales.
Más de 300 niños y 150 "padrinos" (capacitadores) han sido instruidos in situ de la mano del fútbol, apenas el año pasado recibieron en Ocosingo a la heredera de ($1.42 billones) la fortuna Moratti, Carlota siempre y desde niña ligada al Inter.
Aquellos siete juegos propuestos por la retórica revolucionaria de Marcos se disputarían en Ciudad de México, Guadalajara, Los Ángeles, Guantánamo, Milán, Roma y el País Vasco. Cada sede tendría una irreverente razón y una justa causa que respaldar.
El variopinto de peticiones deambulaba entre la libertad de presos políticos en México al apoyo de migrantes criminalizados en Europa. Solicitaba también al Inter hacerse cargo del pago de una inminente multa por vandalismo a la estatua genovesa de Cristobal Colón.
Pedía encarcelar a los "maleantes" del Minuteman Project y hasta tuvo renglones para los criminales del BBVA que evaden al fisco. Marcos, Galeano, Delegado Zero o Rafael Sebastián Guillén Vicente es un verdadero crack de las relaciones públicas.
Como vocero del EZLN invitaría al gran Diego Armando Maradona como juez central de su genial locura y que Jorge Valdano, Sócrates y Javier Aguirre completaran el cuerpo arbitral.
Todo terminó en el romanticismo de una postal de agradecimiento a don Massimo: "Con todo esto tal vez revolucionaríamos el balompié mundial y, entonces, tal vez, el fútbol dejaría de ser sólo un negocio y sería, otra vez, un juego divertido".
El 15 de octubre de 2013 Massimo Moratti decidió vender al club de sus amores al empresario indonesio Erick Thohir por 300 millones de euros para redondear su negocio, el subcomandante y el EZLN se quedaron con el juego divertido y su Pozol de Barro.