5/30/2012

Me voy de FACEBOOK


por Carlo Gallardo

Coherencia y congruencia he pedido a un movimiento estudiantil  que surge en una casa de estudios y con universitarios a raíz de la visita de un candidato que representa lo peor de las instituciones de este país.

Mi formación académica y mis valores me impiden seguir apoyando activamente lo que tristemente puede ser el último intento por trascender de mi generación, aquella perdida entre los incipientes ochenta y las reminiscencias setenteras, justo antes de cambiar prioridades y velar por los intereses de futuras generaciones.

Si bien ya no comparto aulas, coincido en ideales y anhelos con esos valientes. Me mueve como a muchos, el hecho de gritar en contra de un sistema y tomar las calles ante el hartazgo acumulado y la impasibilidad cíclica de cada egresado del máximo nivel. 

Me aferro ideológicamente y empatizo con su movimiento, son ese estandarte de lo que generaciones no logramos hacer por diversos motivos. Aun así mi formación como periodista y mis ideales cuasirevolucionarios no pueden dejar  pasar por alto el grave error del movimiento 132, declarase abiertamente contra el PRI y su candidato y NO SOLO CONTRA SU IMPOSICIÓN MEDIÁTICA.

El movimiento no puede tener como móvil la búsqueda infranqueable de "la democratización de los medios y la defensa del desinformado". No porque no coincida con ello. Sino porque resulta secundario ante la premura electoral, además de absurdo que representa exigirle a un capitalista privado ir en contra de sus intereses económicos. 

La esencia del levantamiento como surgió y como adquirió fuerza es sencilla: Influir en el proceso electoral. Lo suficiente para condicionar la inminente victoria del candidato priísta. Desahuciar el motivo con el que nace un ideal, es decepcionante. 

Si ya han dado el paso, no es opcional elegir la oportunidad única e irrepetible de ser parte de la historia de México. En solo semanas podrían encabezar un movimiento nacional al que se pueden adherir millones de simpatizantes bajo una sola bandera, el antipriísmo.

No es permutable ese ideal por un plan a largo plazo, transelectoral y sustentable en otras áreas sociales como la cultura y el medio ambiente. Estoy con ustedes y contra el reloj solo bajo esa premisa  coherente, homogénea y distintiva. Habrá tiempo después de julio para otras cuestiones, asambleas y marchas. Entonces hablaremos de "abrir modems" y  democratizar Conacyt.

En 1988 los Cárdenas, Bartlet, Silva Herzog, Muñoz Ledo, Salinas, Camacho Solís y López Obrador negociaron la elección presidencial con un plan "a largo plazo y benéfico para México", el primero terminó siendo Jefe de Gobierno y con su propio partido secuestrado. 

¡Y los cientos de miles que entonces estaban dispuestos a las últimas consecuencias? Con los sueños rotos y con el ánimo vapuleado. Esa cúpula de perdedores decidió no llevar al país a un enfrentamiento abierto y para bien o mal  solo "evolucionar rumbo a la democracia". 

La única alternativa real a semanas de una decisión que afectará el destino de México se diluye entre consensos: "Somos o no apartidistas", "Estamos contra la imposición de Peña o contra él", "Votamos desde lo general o desde lo particular", "Marchamos a Televisa o al Zócalo".

 Es muy posible cambiar el destino de una elección decidida con un movimiento incluyente, coherente y multitudinario que hubiera sido bien encausado por un grupo de universitarios propositivos, espontáneos, organizados y con las ideas claras. 

Buscar homogeneizar criterios en el camino, mientras se enarbolaba un estandarte en común. Es siempre más fácil unir ideas definiendo que eres, a partir de distinguirte de lo que no eres. Y Peña Nieto es el pretexto, no Televisa.

El hecho de acreditarse como apartidista y apuntar las baterías a los medios desacredita el movimiento y beneficia tristemente al candidato, que aplaudirá la medida y verá el 132 como una anécdota electoral y no como la primavera mexicana que cambio el curso político del país.

 El incoherente primer pliego petitorio, la terrible organización de asamblea general y su dispersión de ideas solo deja en evidencia su falta de decisión para terminar de trascender en el proceso electoral ¿Es mejor que nada? Sí, obvio. También es mejor tener un poco de algo que no tenerlo, afortunadamente egipcios, libios y yemenitas no pensaron igual.

La historia coloca en el camino oportunidades así esporádicamente y en México aproximadamente cada 100 años. El 132 que se gestó en las universidades y se desarrolló en las redes sociales incomprensiblemente se quedará ahí.

y ME VOY DE FACEBOOK porque no quiero su biografía.

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