6/20/2013

Como samurai

México y Japón se convirtieron en los primeros eliminados de la Copa Confederaciones. Las sensaciones dejadas por ambos equipos son diametralmente opuestas.

Mientras Japón debe mostrar grandeza para tolerar la injusticia de un resultado, México murió de nada entre decisiones  apresuradas mimetizadas en el espejismo de la entrega y la lucha.

Los preceptos clásicos de la filosofía samurai dan vital importancia a la forma de sucumbir por una causa, incluso la auto inmolación para evitar la vergüenza de la derrota.

México  se despide confundido, pensando que  transpirando se asegura un  rendimiento futbolístico con base en la deconstrucción  del rival. 

Japón potencia sus calidades individuales a través de la coordinación de esfuerzos y explotación al límite de las mismas.

"Nadie estimula condiciones que no existen y nadie activa potenciales afectivos que el ser humano no tiene", alecciona Marcelo Bielsa

México demostró que poseer aptitudes y condiciones no es lo mismo que saberlas disponer en el terreno de juego. No alcanza con la materia prima,  hay que procesarla.

Mientras los japoneses se imponían a la jerarquía de un tetracampeón del mundo con ímpetu y ritmo frenético que por mucho excede  la influencia de su entrenador,  los mexicanos se aferraban al orden limitante del suyo.

 Uchida y Nagatomo parecían Roberto Carlos y Cafú, Okazaki arrollaba a lo Van Basten y Honda derrochaba talento maradoniano. México simplemente esperaba una variante muda desde el banco.

Al final termina siendo lo más sencillo para el jugador sudar la camiseta y quitarse la responsabilidad de pensar, crear o imaginar. Se privilegia el esfuerzo y la lucha cuando eso debería estar implícito.

México regresará a su eliminatoria a seguir ponderando los mismos valores equivocados y calificará sin problema por el sistema de competencia. Japón se va eliminado del torneo con los deberes  hechos y  lecciones aprendidas para un Mundial que ya se aseguró. Al final parece mejor despedirse como samurai. 

6/11/2013

Exotismo confederado

 La Copa Confederaciones nace en el extravagante terruño de un principado saudí que intentaba deleitarse de fútbol donde no lo había. Un visionario comerciante tomó la idea, le dio oficialismo y la rebautizó.

La Copa es tan inusual que tiene en su palmarés a Dinamarca (1995) y México (1999). Desde que tomó cierta consideración los campeones solo hablan francés o portugués. También han disputado el torneo invitados singulares como Canadá, Irak y ahora Tahití.

Dentro de los datos duros del certamen encontramos como su mejor participante a un histórico. Además de tres títulos Brasil encabeza estadísticas como goles anotados con 64 (duplica al segundo, Francia) y figura con 28 partidos jugados, más que Japón (tercero) y Australia (cuarto) juntos.

México segundo en cantidad de encuentros, gusta de tener un pase casi "vitalicio" al evento que ya ganó como local. Suele jugar sin presiones (como todos) y aquí es donde presume de sus mejores partidos contra los grandes.

La vitrina del paradisíaco destino ofrece el escenario perfecto para que José Manuel De la Torre adecúe su equipo. Que ofrezca la versión deseada del tricolor para Brasil 2014. Alejada en mucho de la rocosa eliminatoria "concacafkiana".

Jugar contra Italia y Brasil en tres días y un posible cruce oficial contra España, situarán a México en su realidad futbolística tan dilatada por un oro olímpico o tan vilipendiada por su falta de estilo y generosidad con el espectáculo.

Pintoresca de cepa la Copa se muda a las carnavalescas Río, Bahía y Belo Horizonte donde seguirá acrecentando su catálogo. No importa si se baila samba, flamenco o tarantela esperemos que acompañe el mariachi en ese exotismo confederado.