La Copa Confederaciones nace en el extravagante terruño de un principado saudí que intentaba deleitarse de fútbol donde no lo había. Un visionario comerciante tomó la idea, le dio oficialismo y la rebautizó.
La Copa es tan inusual que tiene en su palmarés a Dinamarca (1995) y México (1999). Desde que tomó cierta consideración los campeones solo hablan francés o portugués. También han disputado el torneo invitados singulares como Canadá, Irak y ahora Tahití.
Dentro de los datos duros del certamen encontramos como su mejor participante a un histórico. Además de tres títulos Brasil encabeza estadísticas como goles anotados con 64 (duplica al segundo, Francia) y figura con 28 partidos jugados, más que Japón (tercero) y Australia (cuarto) juntos.
México segundo en cantidad de encuentros, gusta de tener un pase casi "vitalicio" al evento que ya ganó como local. Suele jugar sin presiones (como todos) y aquí es donde presume de sus mejores partidos contra los grandes.
La vitrina del paradisíaco destino ofrece el escenario perfecto para que José Manuel De la Torre adecúe su equipo. Que ofrezca la versión deseada del tricolor para Brasil 2014. Alejada en mucho de la rocosa eliminatoria "concacafkiana".
Jugar contra Italia y Brasil en tres días y un posible cruce oficial contra España, situarán a México en su realidad futbolística tan dilatada por un oro olímpico o tan vilipendiada por su falta de estilo y generosidad con el espectáculo.
Pintoresca de cepa la Copa se muda a las carnavalescas Río, Bahía y Belo Horizonte donde seguirá acrecentando su catálogo. No importa si se baila samba, flamenco o tarantela esperemos que acompañe el mariachi en ese exotismo confederado.
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