1/25/2013

Aquiles depone la ira




El nuevo orden del tenis es claro, nítido, cristalino. Atrás quedaron los héroes mitológicos. A los hijos de los dioses les queda solo buscar un sitio en el Olimpo. Roger Federer el más herculiano de todos sigue plantando cara a los titanes que salen del tártaro con físicos mastodónicos, estruendosos golpes y técnica perfecta.

Cada Grand Slam, cada torneo mil, cada cita importante de la ATP sin importar la superficie donde se juegue, se distancian más los mortales de las razas superiores. Novak Djokovic y Andy Murray se mueven en otro espacio-tiempo que exhibe a los héroes de los hombres.

Andrew Murray mutó en meses de talentoso "niño de mami" a la reencarnación de Willliam Wallace. Con una nueva y épica batalla volvió a superar al mejor de la historia. El escocés que derribó el Muro de Adriano al que aclama sin tapujos hasta el inglés de mayor linaje y lo vitorea la Comonwealth entera.

Novak Djokovic el consentido de Hesiódo, esgrime la raqueta como si fuera parte de su poderoso y preciso brazo. Despilfarró talento y clase sobre un aguerrido y valiente David Ferrer, al que la ingrata historia reconocerá como un actor secundario en una época de héroes y titanes.

El otro héroe de los hombres Rafael Nadal, busca desesperado la salida del Inframundo, cargando a cuestas una maldición de Hades que lo confina al averno, mirando desde lejos como pierde peldaños en el ranking y alternativas ante sus iguales.

Las míticas batallas entre Aquiles y Héctor en sendas finales de Wimbledon (2007, 2008) y Melbourne (2009) ya son un imborrable recuerdo en la mente de cualquier amante del tenis, y me atrevo a decir que trascendió incluso a la de muchos pamboleros y villamelones de comitiva. 

Federer el más grande de los hombres en este deporte. El de los pies ligeros, el de los golpes mágicos, el que ganó Roland Garros sin ensuciarse las medias con polvo de ladrillo. Como reencarnación de Aquiles también tiene su talón y es simplemente una víctima de Cronos.

La epopeya continuará una o dos temporadas más y después añoraremos esta época gloriosa que tardará en encontrar nuevamente su ciclo, tal vez... nunca se repita. Lo único cierto es que el Eliseo espera solo a los elegidos.  

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